El testigo Gregorio Caro Figueroa confirmó ayer la existencia de un área de la Policía de Salta, denominada Contralor General, que en la década del 70 se encargaba de hacer inteligencia política. Dijo que el entonces director de Seguridad, Joaquín Guil, era el jefe de esta sección. Otro testigo, el médico Jorge Albrecht, que presenció el secuestro del ex gobernador Miguel Ragone, sostuvo que dos días después Guil lo hizo llevar con policías de civil, que no se identificaron y estaban armados, hasta la Central de Policía para conocer exactamente qué sabía de este hecho. Dijo que temió por su vida.
Caro Figueroa, periodista e historiador, que fue secretario privado de Ragone, fue el primero de cuatro testigos que declararon ayer en la décima jornada del juicio que lleva a cabo el Tribunal Oral en lo Federal de Salta y en el que están siendo juzgados ocho represores, entre ellos Luciano Benjamín Menéndez, Carlos Alberto Mulhall, Miguel Gentil y Joaquín Guil.
Caro Figueroa sostuvo que el crimen contra Ragone fue un acto premeditado, “un ejemplo de alevosía e impunidad”, con el fin de generar confusión y terror en la sociedad salteña como parte de las acciones que se realizaban para allanar el camino al golpe de Estado perpetrado el 24 de marzo de 1976. El secuestro se cometió trece días antes del golpe. “Fue parte de una escalada fríamente pensada”, aseguró el testigo, quien también consideró que para aquella época, en que Salta era una ciudad aún pequeña y los vecinos se conocían, era muy difícil que el secuestro hubiera podido ser cometido por un comando que no tuviera el apoyo de la propia Policía.
“Había un grupo de policías que dirigía Joaquín Guil”, afirmó Caro Figueroa sobre el espionaje político. Dijo que existía una “Dirección de Contralor General” que estaba dedicada al espionaje político. “Era muy rudimentaria, muy dañina a la vez”, describió. El historiador insistió en que los policías que realizaban esta tarea no tenían ninguna preparación, eran muy torpes y, por eso mismo, “doblemente peligrosos”.
Recordó que durante la gestión de Ragone se investigó a policías que estaban denunciados por apremios ilegales durante, entre ellos Guil, René Trovatto, Abel Vicente Murúa y Ricardo Toranzos, conocido como “Sapo”. Estos policías fueron detenidos pero luego volvieron a la fuerza, tras ser indultados por el gobierno nacional.
Para graficar la impunidad con que se manejaba este grupo, que “tenía autonomía”, relató que en una fiesta de Navidad, para festejar, Guil y sus hombres hacían disparos al aire; en otra ocasión dinamitaron un supermercado de Cerrillos con el cual estaba endeudada una hermana del jefe de Seguridad. “Gul había hecho una especie de Far West”, subrayó. Dijo que “había sentencias y condenas” sin derecho de defensa, “habían quebrado, antes del golpe de Estado, todos los principios de la legalidad y la justicia”.
Albrecht también brindó información sobre el poder que tenía la Policía aún antes del golpe. El médico vio el secuestro, escuchó el ruido de un choque, vio que el auto de Ragone se detuvo y detrás otro, un Rambler, del que bajaron dos hombres que se aproximaron uno por cada ventanilla y “se abalanzaron sobre el conductor”, escuchó “cinco a siete, ocho disparos” y que el cuerpo “inerte” era pasado al asiento de atrás. Luego los autos se fueron hacia el sur, al llegar a la esquina de la calle Apolinario Saravia escuchó dos disparos y vio caer al almacenero Antonio Arredes, otro testigo.
Igual que Caro Figueroa, el médico dijo que el secuestro provocó conmoción y, en su caso, se sintió “muy inseguro” y se refugió en su finca de Cerrillos. Ahí lo fueron a buscar, en una estanciera rural, policías de civil, armados. Albrecht dijo que no se identificaron como policías y lo obligaron a subir al vehículo, en el que lo transportaron a la Comisaría de Cerrillos, de ahí lo llevaron a la Central, donde Guil le preguntó sobre el secuestro y quería saber si antes había visto a los dos hombres que bajaron del Rambler. Albrecht contó que narró el hecho y que no pudo ver bien a los atacantes. “Cambió el estado de ánimo de Guil cuando sintió mi declaración (…) Bajó la tensión, el estado de ansiedad que había en el ambiente”, recordó. Añadió que se sentía muy presionado porque “no sabía lo que me iba a pasar” y pensaba que Arredes había sido asesinado por ver lo que él había visto.
Ayer también declararon Rosa Díaz e Inés Ilvento. El ex senador nacional Horacio Bravo Herrera no declaró pero no se informó cuándo se presentará. Tampoco declaró Armando Jaime, pero en su caso lo haría hoy. Para hoy también estaba prevista la declaración de la ex presidenta María Estela Martínez de Perón pero al parecer solo se leerán las cartas que envió desde Madrid. Sí está previsto el testimonio del ministro de Trabajo, Rubén Fortuny.
Medios y mentiras
Gregorio Caro Figueroa fue interrogado también sobre los adversarios de Miguel Ragone. Enumeró a un sector sindical, “fundamentalmente de la UOM, de los panaderos”; al ex gobernador y propietario del diario El Tribuno, Roberto Romero, que “estaba con la UOM”, a cuya casa iban Horacio Bravo Herrera, Salvador Michel Ortiz y otros dirigentes que se identificaban con la derecha peronista.
Sin embargo, el testigo sostuvo que hablar del peronismo de derecha y de izquierda es una simplificación que oculta la realidad. Dijo que con ese maniqueísmo se afirmó que Ragone era marxista y que hubo “acusaciones de tipo inquisitorial”.
Asímismo, recordó que el diario El Tribuno “hizo una campaña muy dura de oposición”. Señaló que Romero quería un cargo en el gobierno, que luego confrontó con Ragone por acciones de Canal 11, por ese entonces el único canal abierto de la ciudad, y posteriormente diputados ragonistas impulsaban la expropiación de El Tribuno, que había pertenecido al PJ. “Había un problema, reflejado en las editoriales, de enemistad con el gobierno del doctor Ragone”, afirmó.
Caro Figueroa respondió también a dichos del ex intendente de Salta, Juan Carlos Sánchez, quien había asegurado que el secretario privado había ocultado un telegrama enviado por el gobierno nacional con motivo del homicidio del dirigente sindical José Ignacio Rucci. Caro Figueroa negó esta afirmación y consideró un despropósito que se tratara de hacer aparecer que “un simple secretario”, de solo 26 años, podía impulsar una toma de la Casa de Gobierno.
En cuanto a los sectores enfrentados en aquella época, el testigo explicó que “era una lucha por la herencia política del general Perón”, “era un problema de poder político y, en algunos casos, de poder económico”. Y Ragone “sufrió los embates” de estos sectores.
Fuente: Elena Corvalan, especial para la Agencia de Noticias DH
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