Especial para APCS/ Lucía Mariana Alvites Sosa (*) Vengo de una generación donde se crecía con la mentira como el pan nuestro de cada día, donde en un cuarto un personaje sentado en su sillón negro digitaba titulares de periódicos, compraba congresistas y militares y decidía quien vivía y moría. En esa época estudiar en San Marcos o La Cantuta era ser sospechoso, y el principio de que uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario no existía, no era el tiempo de los inocentes, todo el pueblo era culpable.
Cuando tenía 8 años de edad miraron mis ojos atontados como el Presidente del Perú había soldado las cerraduras del palacio de gobierno para no dejar salir a su esposa a quien le hacía un “tratamiento” en donde era electrocutada y torturada, cuando ella al fin pudo huir lo único que le quedó fue el abandono de sus hijos que optaron por el lujo y el poder de su padre. Así fuimos testigos como una mujer de 19 años abandonaba a su madre y se convertía en la Primera Dama del Perú.
Por esos mismos años un rumor de que algo extraño venía pasando recorrió las zonas andinas de nuestro país, el presidente del Perú había anunciado ya implementar el método de anticoncepción quirúrgica voluntaria, nombre que usó para iniciar el crimen de las esterilizaciones forzadas que afectó a cientos de miles de mujeres principalmente quechua hablantes. Mujeres eran obligadas a través de amenazas o usando la fuerza a operarse, o simplemente se les ocultaba que les ligarían las trompas y nunca más podrían tener hijos/as. Una violación múltiple a los Derechos Humanos de las mujeres, un crimen hecho política. Lamentablemente nunca se escuchó un reclamo o una disculpa de las mujeres que eran parte del gobierno, menos de la Primera Dama.
Crecimos con los diarios chichas y los Talk Shows, con El Chino, La Chuchi y El Trome, viendo a Laura Bozo pagarle a la gente para que se agrediera entre ella o humillándose por un carrito sanguchero; vimos a nuestro país tocar fondo.
Pero siendo adolescentes aún, junto a miles de jóvenes de nuestra generación rompimos los miedos y nos incorporamos a la lucha callejera contra la dictadura, vimos desvanecerse poco a poco el poder de la mentira. En esos mismos momentos la joven Primera Dama, quizás la más joven de nuestra historia republicana, defendía la corrupción, la violación de los Derechos Humanos, los despidos masivos, defendía lo indigno, lo indefendible.
Ha pasado una década desde que se derrotó la dictadura, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos están presos, y esta ex Primera Dama hoy es candidata a la presidencia de la República, hoy sigue defendiendo lo indefendible. Hoy Keiko Fujimori representa la vuelta al autoritarismo, a la impunidad, a la falta de ciudadanía, representa la vuelta al miedo de ser libres y felices.
Tengo 25 años y vengo de una generación que venció al miedo con la esperanza, que se hizo ciudadana a contracorriente y que no va a soltar su libertad.
(*) Socióloga peruana (por la UNMSM). Cursa el magíster en Género y Cultura en la Universidad de Chile. Integrante de la Juventud Nacionalista.
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