domingo, 13 de marzo de 2011

Vargas Llosa califica 0 en Historia y 10 como cipayo.

Cipayo, soldado nativo a favor del imperio

Vargas Llosa escribe un alegato que ha publicado el diario La Nación donde hace un descargo contra los intelectuales de Carta Abierta (“Piqueteros intelectuales” titula la nota) demuestra ignorancia histórica, confunde y reafirma errores de los historiadores de la “Patria Chica”. (Para leer la carta del Director de la Biblioteca Nacional PINCHE AQUÍ)

Su crítica comienza diciendo: “…Si tal mentalidad (la de excluirlo de la apertura de la Feria del Libro) hubiera prevalecido siempre en la Argentina, el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano…”

En primer lugar no sé si San Martín en España “tomaba mate” (San Martín vivió allí gran parte de su vida y es el lugar donde Vargas Llosa se nacionalizó).Su patria comprendía España y todo su territorio, por esa patria lucho y obtuvo medallas en su defensa, hasta que creyó perdido el territorio Español y partió hacia el continente americano. En segundo lugar, por muchos años la historiografía liberal nos hizo estudiar la historia desde las regiones, desde la América Española atomizada, desde la Patria Chica, desde los intereses del poder local y su vinculación con los imperios. Para ellos la Revolución Americana eran fenómenos locales, donde los sentimientos de las burguesías minoritarias y portuarias eran el “país”.

Sin embargo la revolución construida desde el pueblo era AMERICANA. No eran argentinas, uruguayas, chilenas, bolivianas, etc. Es así como en el ejército libertador de José de San Martín y Simón Bolivar, tendrán a hijos de la tierra americana sin distinción de las republiquetas que a posteriori el poder imperial impondrá. Así un altoperuano (“Boliviano”) presidirá la Primera Junta Gubernativa en Buenos Aires, un “argentino” será presidente de “Chile” y un “argentino” libertará “Argentina, Chile y Bolivia”.

Vargas Llosa, fervoroso liberal en lo histórico y neoliberal en lo económico, continua con esa tradición. Sigue mirando nuestros pueblos desde la óptica de los poderes locales, las oligarquías americanas y de sus mentores: los imperios ingleses y norteamericanos. Los que entendemos la historia sin las anteojeras cipayas creemos y reafirmamos el espíritu revolucionario de cara a un bicentenario que incluya toda la diversidad americana, desterrando la falsificación histórica a la cual Varguita es tan afecto.

Con respecto al Che dijo: “…Y si un rosarino llamado Ernesto "Che" Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia…”

Vargas llosa profesa en ese párrafo cierta admiración a una faceta del Che: su internacionalismo. Ahora nada opina sobre los otros ideales del Che y lo que pensaría de “Varguita” si hoy lo tuviere cara a cara. Más que seguro el Che lo hubiese repudiado por su odio al pueblo, ese que es tan bien descripto en sus obras, pero que tan lejos esta de sus expresiones políticas. Su internacionalismo era socialista, el de Vargas Llosa es neoliberal, el de un mundo donde los ricos son dueños del poder y los pueblos dueños de morirse de hambre y esperar “un derrame” que nunca llegara. El socialismo que practicaba el Che estaba muy lejos del pensamiento de Vargas porque como el mismo menciona: Las “…convicciones revolucionarias (del Che estaban) reñidas con la democracia "formal"...”

Vuelve a interpretar mal la historia americana cuando dice que: “…Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor…”

Los que acusan de traidor a Alberdi no son los “nacionalistas” sino aquellos que adscriben a una guerra a favor de la “libertad de mercado”. Muy por el contrario son los “nacionalistas y americanistas” enrolados en el federalismo argentino, paraguayo y uruguayo que se levantarán contra los partidarios de la patria chica y el imperio británico. Son los internacionalistas del libre mercado contra la “barbarie” federal los que sostendrán e impulsarán la guerra, los mismos ideales que Vargas Llosa sostiene fervorosamente en su país.

Ataca a los piqueteros diciendo:”…Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero

Habría que decirle a Don Vargas Llosa que los piqueteros (la barbarie) fueron víctimas de un proceso histórico (neoliberalismo) y que él es la personificación y defensor de los victimarios, aquellos que condenaron a nuestros países a la postración y a sus pueblos a la miseria. Ser piquetero no era simplemente una opción, era una de las pocas formas de hacer visible lo que el poder había invisibilizado.

Por todo esto Don Vargas Llosa siga haciendo literatura, historia no y política mucho menos.

Jorge P. Colmán
Grupo Jauretche-CTA-FTNyP
jorgepedrocolman@yahoo.com.ar

MADRID.- Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados con el grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política "liberal", "reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y mis críticas a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación de su gobierno, ni oportuna, cuando parece iniciarse una movilización a favor de la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales kirchneristas dieron marcha atrás.
Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único país de América latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del planeta.
Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda forma de autoritarismo.
Precisamente, la única vez que he padecido un veto o censura en la Argentina, parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas, fue durante la dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general Harguindeguy, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi novela La tía Julia y el escribidor y demostrando que ésta era ofensiva al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto primitivo y de vuelo rasero.
Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes populares".
Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en la Argentina, el general José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la cordillera de los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino llamado Ernesto "Che" Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.
Fuego de artificio
El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria, sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro, la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana.
Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la intolerancia lo acusaran de traidor.
Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes y clisés. Los intelectuales kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento, sino también de una izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile, Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal" sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América latina.
¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.
De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos, piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta inteligencia y buena prosa Sarmiento en su Facundo y Esteban Echeverría en ese cuento sobrecogedor que es El matadero .
Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario. Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias" se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De ahí hay solo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las corrientes progresistas del pueblo argentino".
© El País, SL

1 comentario:

  1. pensar que Rodolfo Walsh escribió El Violento Oficio de Escribir. Vargas Llosa es un violento que escribe.
    Pero es también un ignorante al que le dan espacio en La NAZIón para que exponga su discurso mercenario, a sueldo del imperio, que rebuzna un sonsonete fracasado asumiendo un papel de víctima.
    Y aunque se haga la ovejita, no hay caso! se le ven las garras de lobo! Mónica Oporto

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