jueves, 10 de marzo de 2011

Libertad de palabra, sí. Libertad para conspirar contra los pueblos, no

Cierto es que ha predominado una amplia mayoría de escritores y artistas con pensamiento de izquierda, democrático, popular o al menos, progresista. Pero hubo también exponentes de la derecha como Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Paul Céline, el italiano Martinetti o el americano Ezra Pound, notables escritores o poetas, algunos de ellos de clara vocación fascista. 
Nadie dudaría en excluir a un escritor, por encumbrado o Nobel que sea, si integrara un movimiento de apología a cualquier genocidio, exterminio o cualquiera forma de incitación a cometer crímenes contra la humanidad, o aun simples delitos que afecten derechos subjetivos. Nadie diría que impedir la palabra ilícita sea una forma de la censura, tampoco nuestra compañera Presidenta. 
La Fundación de Libro representa a las poderosas corporaciones editoriales emparentadas con los medios de prensa concentrados. Alguna vez Clarín y Alfaguara se unieron para sus premiaciones literarias. Como tal, en una sociedad capitalista, no hay impedimento legal y ni siquiera ético para que esa entidad convoque a un paladín del liberalismo con el plus de su acreditación como Premio Nobel de Literatura. Negocio redondo para los organizadores de la Feria del Libro que, llegado el caso, rechazaremos políticamente. 
Los grupos económicos que respaldan a esta Feria, desde hace varios años, no tienen especial predilección por la circulación democrática de la palabra: sólo los mueve la lógica de la ganancia. Son dueños del sentido común, de la edición, de lo bueno y lo malo de acuerdo a lo que pulsan en el mercado. Y hablan de “libertades” impugnando las voces que los critica. No es novedad que para las derechas las libertades tienen un solo sentido de circulación, como la democracia es tal, sólo y sólo, si garantiza y gestiona sus intereses materiales y culturales, reproduciendo el sentido común y gerenciando su prevalencia de poder ante la sociedad. 
Mario Vargas Llosa no es un pensador de derecha solamente. No es un escritor de derecha solamente. Mientras Borges hablaba y pensaba desde la derecha, desde el “gorilismo” anti popular, cuando fue orgánico en su juventud, integró alguna fugaz organización antifascista y llegó a encomiar la Revolución Rusa , aunque fuera brevísima su adhesión. Después fue un mosquetero solitario. 
Mario Vargas Llosas integra una Internacional Neoliberal con sólidas vinculaciones con los hacedores de un entramado que excede en mucho el inocente terreno de las ideas. Personeros que, tanto pueden pertenecer a la Fundación Von Hayek como a los seguidores de Milton Friedman que, a primera vista no rozan el ilícito, como igualmente agentes del delito,  servicios de inteligencia de fuerzas armadas, conspiradores, terroristas emparentados con importantes usinas de la “contra insurgencia”. Los intelectuales argentinos, tal vez ingenuamente filtrados por el liberalismo político, se niegan a admitir que gran parte de la derecha orgánica de hoy en día no están  divorciados de la actividad ilícita: para ampliar sus capitales a velocidades cada vez más deslumbrantes tanto da llevar adelanteexplotaciones que destruyan el medio ambiente, como pasar sus excedentes al trafico de drogas prohibidas, armas o trata de personas, preparando golpes de estado contra democracias populares u organizando provocaciones o tareas de contrainteligencia variadas así sean campañas  de desestabilización como acciones psicológicas y de desmoralización atemorizando a la población y fabricando “sensación” de delito para obtener consenso para proyectos de control social extremo y proyectos autoritarios. 
El grupo que integran los Vargas Llosa, padre e hijo, maguer el premio Nobel del Primero, está integrado por agentes de servicios de inteligencia y conocidos conspiradores antidemocráticos que no han sido ajenos al golpe de Honduras en el 2010, al intento en Caracas en el 2002 o en el Oriente de Bolivia en el 2009 y contra Correa en Ecuador en el 2010. 
Lo que nadie advierte, pues muchos compañeros cayeron en la trampa liberal de las libertades públicas equivalentes sea quien sea, es que no se trata del ejercicio de los derechos humanos como la libertad de informarse y expresar sus ideas libremente. Paradójicamente reclaman la vigencia de la garantía para sí, quienes siempre que han podido, han callado las voces contrarias al establishment sea por el garrote sea por ignorarlas. 
El gran debate no es si Vargas Llosas debe hablar o no, si debe inaugurar la Feria del Libro o sólo hablar de literatura (lo que sería igualmente un acto de censura de sus pares ideológicos). Fuera del personaje en cuestión cabe iniciar un debate sobre cuál es el ejercicio legal, responsable y legítimo de la palabra, cual es el ejercicio crítico que pueda o no gustarnos y cuál el que abre el camino a delitos graves contra de democracia, las conquistas sociales, las libertades públicas y los derechos humanos. Así como la Ley Alemana prohíbe negar el holocausto –bueno sería que aquí se sancione una similar- debe vigilarse con la ley el uso de la palabra a quien afecta y milita directamente contra los bienes jurídicos mencionados. Alguna vez la libertad para predicar el odio, la descalificación y el elitismo fue abriendo las compuertas del autoritarismo, de la disminución de las garantías individuales y, encubando el huevo de la serpiente, fue dando paso a modelos autoritarios, fascistas o sencillamente a dictaduras militares para implantar modelos “libres” pero sólo para ejercer la opresión del mercado, de una selecta minoría hacia una amplia mayoría y la entrega casi absoluta de la soberanía nacional en todos los terrenos. 
Si Vargas Llosas habla debemos estar atentos para que podamos señalar con mucha exactitud sus vínculos criminales contra nuestros gobiernos populares de la Región. Con comprensión al pedido de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner a Horacio González, con respeto, entendemos la necesidad de prudencia para ampliar la base electoral en el año de que se trata. Pero, más allá de la coyuntura y la táctica, la  prudencia estratégica nos ha enseñado que no se puede dar rienda suelta a las libertades de los grupos que organizadamente conspiran y que, llegado el tiempo, volverían a matarnos como sujeto colectivo tantas veces como sea necesario para imponer sus proyectos. 
Sobre todo cuando, como en este caso, es el Imperialismo criminal el que conduce los planes de esta organización que integran los Vargas Llosa, padre e hijo. 
Detrás de la palabra violenta y descalificadora contra los intereses de las mayorías y de los gobiernos populares hay planes muy activos para desestabilizar la región, meter miedo y volver para atrás la rueda de la historia que tanta sangre y tanto dolor causó a nuestros pueblos entre los 70 y los 90. Con nombre y apellidos: se llamaUNOAMÉRICA el grupo artificial patrocinado por los Halcones Norteamericanos que apoyaron el golpe de Honduras; sus integrantes, en su momento, sostuvieron a Pinochet o a la dictadura de los Duvallier en Haití, las tentativas golpistas en Venezuela en el 2002, contra Evo Morales en 2009, y contra Correa en 2010. Vargas Llosa, padre  e hijo, mantienen lazos orgánicos y profundos con este tipo de personeros, como el Partido Popular de Aznar, el macrismo y saldos de aparatos del terrorismo de estado en nuestros países. Todos ellos no son golpistas cuando no hace falta o no es conveniente serlo. 
Defender nuestras instituciones, nuestras libertades y nuestras conquistas no es autoritarismo ni censura, como combatir un estado terrorista no es discriminación. Una nueva legalidad más cerca de la legitimidad de los pueblos garantiza que el ejercicio prudente de este recaudo ni es censura ni es violación de derechos humanos sino, al contrario, plenitud democrática y defensa del derecho internacional y nacional de los derechos humanos, aunque el conspirador que reclama libertad de palabra sea un Premio Nobel si al mismo tiempo es un orgánico de este tipo de Internacionales del crimen Imperial 
Buenos Aires, marzo 3 de 2011
EL QUIPUCAMAYOC

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