Era una mañana húmeda y fría de las que suelen ser frecuentes en la Capital Federal , en calle Independencia 2880 donde se encuentra ubicada hasta hoy la Unión Ferroviaria , fue en un cuarto o quinto piso donde nos recibió en esa oficina, la del jefe, la de José Pedraza, quien nos esperaba sentado detrás de un gran escritorio con su pelo enrulado en donde ya aparecían algunas canas, nos miró uno por uno y después soltó un saludo y una advertencia al mismo tiempo: “ustedes son los que nos rompen las bolas y quieren una lista” hizo una eterna pausa y luego remató “les vamos a dar la lista y va ser de color negra”. Estas palabras se corporizaron cuando algunos años después llegaron los primeros telegramas de despido del ferrocarril en San Cristóbal, pues llevaban el orden de la composición de esa lista negra que usamos para la campaña en contra de la lista verde y azul que representaban al gremio oficial. A nosotros nos echaron por que estábamos en la lista negra mientras que a los de la unión los dejaron trabajando en la cooperativa que se creó por estar en la lista de Pedraza. De esa forma un poco incómoda, diría “apretada” es que conocí al referente del gremio que rifó el ferrocarril en la era menemista, aquel que muchos libros de historia vinculan en sus comienzos, allá por los años los 60, a la CGT de los Argentinos y al Partido Comunista como lo recuerda en el primer tomo de “ La Resistencia ” el dirigente comunista Eduardo Sigal. Luego con el advenimiento del peronismo al poder en la era peronista del 70 terminó encolumnándose a la cabeza del gremio de la Unión Ferroviaria. Todos recordamos aquellas asambleas a mano alzada con los matones con ametralladoras en la puerta del gremio que estaba en al calle caseros de nuestro San Cristóbal. De a poco el combativo de los primeros años fue dando lugar al Pedraza empresario de vida fácil, que se convirtió en el dueño del gremio del cual fue dirigente y luego patrón, cuando se quedó con el residual del Belgrano, cobrando suculentos subsidios, entregando a sus propios compañeros. Pero la traición a su propia gente no vino de una sola persona, medidas que afectaron no solo a los 640 ferroviarios que se quedaron sin trabajo, si no que además dejó a pata a todos nuestros pueblos que se quedaron con historia y sin futuro. También hubo grupos acomodados que se beneficiaron con ese gremialismo con olor a tres A. En todas las cooperativas que se conformaron, fueron casualmente los treinta y pico de integrantes de las comisiones directivas los que se quedaron trabajando, mientras que el resto se tuvo que ir. También en nuestro pueblo pasó eso, la comunidad se movilizó por las calles con la ausencia del gremio de la Unión Ferroviaria que repetía autistamente hasta el último día que no iba a pasar nada, que el ferrocarril no se cerraba, “me siento sorprendido” dijo uno de los más altos dirigentes ferroviarios locales el día que cerraron el ferrocarril.
Pero hay otra historia que rescatar, la que no se escuchó nunca contar, la de un puñado de laburantes que enfrentaron durante mucho tiempo a esta estructura que en otras épocas ponía a los intendentes, diputados y senadores en nuestro pueblo. Hubo un grupo de recién ingresados en los últimos años de la dictadura que comenzó a plantear la destrucción y el final del ferrocarril. No fue fácil sumar compañeros a este proyecto, y pudimos sobreponernos a las macarteadas de los gremialistas oficiales siempre de acuerdo con la jefatura que nos tildaron de tira bombas y zurdos, primero recuperamos sección a sección las mutuales, después pusimos los botiquines, luego recuperamos la Fiesta del Ferroviario que fue utilizada para agasajar a los milicos y por último encaramos la batalla por el gremio, en donde la consigna central fue la denuncia del cierre de los ferrocarriles, primero con el desvío de trabajo a MATERFER Córdoba y luego con la resistencia a las feroces criticas de Neustadt y Grondona que creaban el clima para cerrarlo. No estuvimos solos, nos acompañó el cura, el padre Víctor Balangero (luego trasladado a Frontera), las instituciones de la ciudad, el gremio de APDFA con Elido Veschi a la cabeza, mientras que las autoridades gremiales, municipales y provinciales se hacían los osos mirando para otro lado, nadie quería enfrentarse al gobierno de Menem y Cavallo. Nosotros perdimos la elección de ese año por cuarenta votos sobre un total de 1400 electores. Ganamos claramente entre los activos pero en los jubilados corrieron las colchas y los bolsones y ahí nos pudimos dar más batalla, luego todos conocemos lo que pasó, pero es oportuno recordar a ese gran grupo de ferroviarios que la pelearon de adentro, por recordar algunos deberíamos mencionar a Martín García, El flaco Carrere, Martín Alzogaray, Toti Fillon, Gallina Peralta, Pelusa Rosso, Tito Heredia y muchos otros que trabajaron para hacerse fuertes ante el gremio que no nos representaba. Muchos dejaron sus sueldos para financiar las campañas, nadie nos bancaba, fue un movimiento genuino que perduró hasta los últimos días del taller. Por eso cuando vemos a ese hombre tan intocable hoy entre rejas acusado de instigar al asesinato de Mariano Ferreyra, se siente el alivio de que pague en algo el mal que le hizo a todas las familias que se quedaron en el abandono y que aún sufren las consecuencias de la entrega de nuestra principal fuente de trabajo. Sería justo que este allí por lo que hizo con el ferrocarril, donde no solo entregó al poder de turno el patrimonio histórico que teníamos sin hacer un solo paro, sino que encima se enriqueció por ello.
La dirección
El Departamental
San Cristóbal
(Enviado por Carlos Borgna)
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