lunes, 28 de marzo de 2011

Discurso del presidente Obama al pueblo de Brasil

20 marzo 2011, Discurso del presidente Obama al pueblo de Brasil
Pronunciado en el Teatro Municipal de Río de Janeiro
A continuación una traducción preparada por la Casa Blanca del discurso del presidente Barack Obama en Río de Janeiro, tal como fue preparado para su lectura:
(comienza la transcripción)
Declaraciones del Presidente Barack Obama
Discurso al pueblo de Brasil
Teatro Municipal
Río de Janeiro, Brasil
Domingo, 20 de marzo de 2011
Saludos, Río de Janeiro. ¡Alo, cidade maravilhosa!
Boa tarde, todo o povo brasileiro.
Desde el momento que llegué, el pueblo de esta nación le ha mostrado generosamente a mi familia la calidez y generosidad del espíritu brasileño. ¡Obrigado! Y un agradecimiento especial por estar aquí a pesar de que hay un partido entre Vasco y Botafogo en pocas horas. Sé que los brasileños no dejan su fútbol tan fácilmente.
Uno de mis primeras impresiones de Brasil fue una película que vi de niño con mi madre, una película llamada Orfeo Negro, que transcurría en las favelas de Río durante el Carnaval. A mi madre le encantaba esa película, con sus canciones y bailes con un trasfondo de bellas colinas verdes, y su estreno tuvo lugar aquí en el Teatro Municipal.
Mi madre ya falleció, pero nunca se habría imaginado que el primer viaje de su hijo a Brasil sería como Presidente de Estados Unidos. Y nunca imaginé que este país sería incluso más impresionante de lo que se veía en la película. Ustedes son, como cantaba Jorge Ben Jor: “Un país tropical, bendito por Dios y bello por naturaleza”. He visto esa belleza en la cascada de colinas, en las interminables millas de arena y océano, y en el enérgico y diverso grupo de brasileiros que acudieron hoy aquí.
Tenemos cariocas y paulistas. Tenemos baianas y mineiros. Tenemos hombres y mujeres de las ciudades del interior y muchos jóvenes que son el futuro de esta gran nación.
Ayer me reuní con su flamante Presidenta, Dilma Rousseff, y hablamos de las maneras de aumentar la cooperación entre nuestros gobiernos. Pero hoy quiero hablarle directamente al pueblo brasileño de las maneras en que podemos fortalecer la amistad entre nuestras naciones. He venido a hablarles de los valores que compartimos, las esperanzas que tenemos en común y el impacto positivo que podemos tener juntos.
Nuestra historia empezó de manera similar. En nuestros territorios abunda la creación de Dios, residen pueblos antiguos e indígenas. Desde ultramar, el continente americano fue descubierto por hombres que buscaban el Nuevo Mundo y fue poblado por pioneros que se aventuraron hacia el oeste, cruzando vastos territorios. Nos convertimos en colonias propiedad de coronas lejanas, pero pronto declaramos nuestra independencia. Acogimos oleadas de inmigrantes a nuestras costas y finalmente limpiamos la mancha de la esclavitud de nuestra tierra.
Estados Unidos fue el primer país que reconoció la independencia de Brasil y estableció una sede diplomática en este país. El primer jefe de estado que visitó Estados Unidos fue el líder de Brasil, Dom Pedro II. En la Segunda Guerra Mundial, nuestros valientes hombres y mujeres lucharon juntos por la libertad.
Después de la guerra, ambas naciones pasaron dificultades para alcanzar todas las bendiciones de la libertad. En las calles de Estados Unidos, hombres y mujeres marcharon y derramaron sangre para que todos los ciudadanos pudieran gozar de las mismas libertades y oportunidades, sin importar la apariencia o el origen. En Brasil, ustedes lucharon contra dos décadas de dictadura, por el mismo derecho de ser escuchados, por el derecho de vivir libres del temor y libres de la miseria. Sin embargo, durante años, la democracia y el desarrollo avanzaron lentamente, y el resultado fue el sufrimiento de muchos.
Esos días ya quedaron atrás. Hoy Brasil es una democracia floreciente, un lugar donde la gente es libre de opinar y escoger a sus líderes, donde un chico pobre de Pernambuco puede empezar limpiando el piso de una fábrica de cobre y progresar hasta llegar al cargo más alto en Brasil.
En la última década, el progreso logrado por el pueblo brasileño ha inspirado al mundo. Ahora se considera que más de la mitad de este país es de clase media. Millones han dejado atrás la pobreza. Por primera vez, la esperanza retorna a lugares donde prevaleció el temor durante mucho tiempo. Vi esto hoy cuando visité la Cidade de Deus, la Ciudad de Dios. No solo se trata de nuevos esfuerzos de seguridad y programas sociales para transformar las favelas; se trata de un cambio de actitud. Como lo dijo un joven que vive en el lugar: “La gente debe ver las favelas no con pena, sino como la cuna de presidentes, abogados, doctores, artistas [y] gente con soluciones”.
Con cada día que pasa, Brasil es un país con más soluciones. En la comunidad internacional, han pasado de depender de la ayuda de otras naciones a ayudar a combatir la pobreza y la enfermedad dondequiera que exista. Ustedes desempeñan un importante papel en las instituciones mundiales que protegen nuestra seguridad común y promueven nuestra prosperidad común. Y van a recibir al mundo en sus costas cuando Río de Janeiro sea el anfitrión de la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos.
Tal vez escucharon que esta ciudad no era, digamos, mi primera opción para las Olimpiadas de Verano. Pero si los Juegos no pueden ser en Chicago, mi ciudad, no hay mejor lugar para verlos que aquí mismo en Río. I tengo la intención de regresar en el 2016 para presenciarlos.
Por demasiado tiempo, Brasil fue una nación llena de potencial que no se desarrollaba por obstáculos internos y externos. Por demasiado tiempo los llamaron el país del futuro, les dijeron que esperaran un poco más, porque su día de suerte estaba a la vuelta de la esquina.
Meus amigos, ese día finalmente ha llegado. Este ya no es el país del futuro. Para el pueblo de Brasil, el futuro está aquí.
Nuestros países no siempre están de acuerdo en todo. Y al igual que muchos países, tendremos diferencias de opinión en el futuro. Pero estoy aquí para decirles que el pueblo estadounidense no solo reconoce el éxito de Brasil, sino que lo apoyamos totalmente. A medida que enfrenten los muchos desafíos que todavía tienen que resolver en el país y en el exterior, permanezcamos juntos, no como participantes de diferente rango, sino como socios de la misma categoría, unidos por un espíritu de interés y respeto mutuos, comprometidos a colaborar para lograr todo el progreso posible.
Juntos podemos aumentar nuestra prosperidad común. Como dos países comprometidos con economías más verdes, hemos trabajado juntos durante la crisis financiera para restaurar el crecimiento y la confianza. Y sabemos lo que ambas de nuestras naciones necesitan para mantener nuestro crecimiento económico.
Necesitamos una fuerza laboral capacitada y educada, y por eso las compañías estadounidenses y brasileñas han prometido ayudar a aumentar los intercambios estudiantiles entre nuestros países.
Necesitamos un compromiso con la innovación y la tecnología, y por eso hemos acordado aumentar la cooperación entre nuestros científicos, investigadores e ingenieros.
Necesitamos infraestructura de primera calidad, y por eso las compañías estadounidenses quieren ayudarlos a construir y preparar esta ciudad para un éxito olímpico.
En una economía mundial, Estados Unidos y Brasil deben expandir el comercio y las inversiones para generar nuevos empleos y oportunidades en ambos países. Y por eso estamos esforzándonos para derrumbar las barreras para hacer negocios y por eso estamos forjando relaciones más estrechas entre nuestros trabajadores y empresarios.
Juntos, podemos promover la seguridad energética y proteger nuestro bello planeta. Somos dos de las naciones más verdes y sabemos que la solución final para nuestros retos energéticos es la energía limpia y renovable. Por eso la mitad de los vehículos de este país pueden utilizar biocombustibles, y la mayoría de su electricidad proviene de energía hidroeléctrica. Por eso en Estados Unidos hemos impulsado el sector de energía limpia. Y por eso Estados Unidos y Brasil están formando nuevas alianzas de energía, para compartir tecnología y generar nuevos empleos y dejarles a nuestros hijos un planeta más limpio y seguro que el que encontramos.
Juntas, nuestras naciones pueden ayudar a defender la seguridad de nuestros ciudadanos. Estamos colaborando para detener el narcotráfico que ha destruido demasiadas vidas en este hemisferio. Buscamos la meta de un país sin armas nucleares y estamos colaborando para reforzar la seguridad nuclear en nuestro hemisferio. Desde África hasta Haití, estamos trabajando juntos para combatir el hambre, las enfermedades y la corrupción que pueden corroer una sociedad y privar de dignidad y oportunidades a los seres humanos. Y hoy estamos brindándole asistencia y apoyo al pueblo japonés en su momento de mayor necesidad.
Los lazos que unen a nuestros países con Japón son firmes. En Brasil vive la mayor cantidad de japoneses fuera de Japón. Y en Estados Unidos, hemos forjado una alianza inquebrantable que tiene más de 60 años. El pueblo japonés es uno de nuestros mejores amigos, y oramos por ellos, los apoyamos y los ayudaremos a reconstruir hasta que la crisis haya pasado.
En estos y otros esfuerzos por promover la paz y la prosperidad en todo el mundo, Estados Unidos y Brasil son socios no solo porque compartimos una historia o un mismo hemisferio, no solo porque compartimos lazos de comercio y cultura, sino porque compartimos ciertos valores y principios perdurables.
Creemos en el poder y la promesa de la democracia. Creemos que ninguna otra forma de gobierno es más eficaz para promover crecimiento y prosperidad que beneficien a todo ser humano. Y quienes opinan lo contrario, quienes creen que la democracia es un obstáculo para el progreso económico, deben explicar el ejemplo de Brasil.
Los millones en este país que han salido de la pobreza para ser parte de la clase media no lo hicieron en una economía cerrada y controlada por el Estado. Ustedes están prosperando como un pueblo libre con acceso al libre mercado y con un gobierno que responde ante sus ciudadanos. Ustedes son la prueba de que la mejor manera de alcanzar la meta de justicia social es por medio de la libertad, que la democracia es el mejor socio que puede tener el progreso humano.
También creemos que en países tan extensos y diversos como los nuestros, forjados por generaciones de inmigrantes de todas las razas, credos y orígenes, la democracia ofrece la mejor esperanza de que todos los ciudadanos van a recibir un trato digno y respetuoso, de que podemos resolver nuestras diferencias de manera pacífica y encontrar fortaleza en nuestra diversidad.
Sabemos por experiencia que la forma de gobierno que hemos escogido puede ser lenta y complicada, que la democracia debe ser constantemente rectificada y perfeccionada con el tiempo. Sabemos que las diferentes naciones toman diferentes caminos para alcanzar su potencial y que ninguna nación debe imponer su voluntad sobre otra.
Pero también sabemos que hay ciertas aspiraciones que comparten todos los seres humanos: Queremos ser libres y que se escuche nuestra voz. Anhelamos vivir libres de temor y discriminación; de escoger nuestra forma de gobierno y forjar nuestro propio destino. Estas no son ideas estadounidenses ni brasileñas. No son ideas occidentales. Son derechos universales, y debemos apoyarlos en todos lados.
Ahora vemos la lucha por esos derechos desenvolverse en todo el Oriente Medio y el Norte de África. Hemos visto surgir una revolución del anhelo de dignidad humana básica en Túnez. Vimos inundar la Plaza Tahrir a miles de manifestantes pacíficos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, cristianos y musulmanes. Hemos visto al pueblo de Libia adoptar una postura valiente contra un régimen decidido a maltratar a sus propios ciudadanos. En toda la región hemos visto a jóvenes levantarse, una nueva generación exigir el derecho de determinar su propio futuro.
Desde el inicio, hemos dejado en claro que el cambio que buscan debe ser impulsado por sus propios pueblos.
Pero como somos dos países que han luchado durante varias generaciones para perfeccionar nuestras democracias, Estados Unidos y Brasil saben que el futuro del mundo árabe lo determinarán sus pueblos.
Nadie puede predecir a ciencia cierta el desenlace de este cambio, pero sí sé que el cambio no es algo que debemos temer. Cuando los jóvenes insisten que las corrientes de la historia están en movimiento, las cargas del pasado desaparecen. Cuando los hombres y mujeres reclaman pacíficamente sus derechos humanos, nuestra humanidad común aumenta. Cuandoquiera que se prende la luz de la libertad, el mundo se vuelve un lugar más resplandeciente.
Ese es el ejemplo de Brasil. Brasil, un país que demuestra que una dictadura puede pasar a ser una democracia próspera. Brasil, un país que demuestra que la democracia produce tanto la libertad como oportunidades para sus pobladores. Brasil, un país que demuestra que el clamor de cambio que se inicia en las calles puede trasformar una ciudad, un país y un mundo.
Hace varias décadas, fue precisamente a la salida de este teatro, en la Plaza Cinelandia, que se escuchó el clamor de cambio en Brasil. Estudiantes y artistas y líderes políticos de toda tendencia se reunieron con banderolas con el lema: “Abajo la dictadura. El pueblo al poder”.
Pasarían varios años antes de que sus aspiraciones democráticas se cumplieran, pero una de los brasileños del movimiento de esa generación cambiaría para siempre la historia de este país.
La participación de esta hija de inmigrantes en el movimiento llevó a que fuera arrestada, encarcelada y torturada por su propio gobierno. Y por lo tanto, ella sabe lo que significa vivir sin el más mínimo derecho humano por el cual tantos están luchando ahora. Pero también sabe lo que quiere decir perseverar. Sabe lo que es triunfar. Porque hoy, esa joven es la presidenta de esta nación, Dilma Rousseff.
Nuestros países enfrentan muchos retos. En el camino por delante encontraremos muchos obstáculos. Pero al final, es nuestra historia la que nos da esperanza para un mejor mañana; es saber que los hombres y mujeres que nos antecedieron superaron obstáculos mayores que estos, que vivimos en lugares donde gente como uno hizo cosas extraordinarias.
Es ese sentido de posibilidad y optimismo lo que atrajo inicialmente a valientes pioneros a este Nuevo Mundo. Es lo que une a nuestras naciones como socios en este siglo. Y por eso creo, y cito a Paulo Coelho, que “Con la fuerza de nuestro amor y nuestra voluntad, podemos cambiar nuestro destino y también el destino de muchos otros”.
Muito obrigado. Gracias, que Dios bendiga a nuestros dos países.
(Termina la transcripción)
(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web: http://www.america.gov/esp )
Tomado de america.gov

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