domingo, 9 de enero de 2011

Otro “loco asesino solitario”: Una sociedad armada no es segura y menos si la manipula la derecha.

Leyendo las crónicas sobre el intento de asesinato de la Senadora Demócrata Gabrielle Giffords (una niña y un juez murieron en el hecho) me viene a la mente hechos que parecen repetirse en la historia y los medios de comunicación que son (de)formadores de opinión.
La muerte de John Fitzgerald Kennedy fue presentado como el asesinato de un loco francotirador, que solitario y por su iniciativa, asesinó al presidente del imperio más importante del mundo occidental. Después de muerto el asesino de Kennedy vinieron las dudas de quien o quienes fueron los verdaderos verdugos, los que permitieron al que apretó el gatillo hacer el magnicidio.

Este parece ser el caso de Jared Lee Laughner, un muchacho “afectado por un problema mental”, que en Tucson (Arizona) asesino dos personas e hirió, al menos a 18 (Ver nota), solito y hasta por ahí con algún cómplice que el Sheriff Dupnik esta investigando. La CIA por su parte encontró en su casa una caja fuerte con supuestos elementos que indicarían que Jared es el que planeó su “asesinato”. ¿Serán coincidencias históricas? 

Pero, ¿A que se dedicaba la Senadora Demócrata para recibir semejante andanada de disparos? Giffords era una férrea opositora a la ley que la gobernadora Republicana de Arizona, Jan Brewer impulsó y promulgó en su estado. Dicha ley supone la detención de cualquier persona por “sospecha razonable” y criminaliza a todos aquellos que no tienen papeles, antes la policía solo podía detener a aquellos que hubieran cometido algún delito (Ver nota). También investigaba los carteles de la droga que están asolando varias ciudades mexicanas y que tienen como principal mercado a los EEUU.

La xenofobia, una sociedad que hace un culto a las armas y la locura, habrían impulsado al “asesino solitario” a cometer, con una lluvia de balas, un asesinato colectivo. Este hecho expone al gobierno de Barak Obama como “inseguro” y “blando” ante los “locos sueltos” que cometen actos de terrorismo. Ni por asomo expresan que estos locos son movidos por verdaderos grupos políticos organizados, verdaderas organizaciones terroristas responsables de ver en el otro, más débil y vulnerable, al verdadero culpable de las crisis económicas que viven los pueblos. Una sociedad que tiene una enorme cantidad de armas y que paradójicamente viene perdiendo libertades individuales desde el 11 de septiembre. Un país militarizado y que sus ciudadanos son constantemente vigilados por sospechas de terrorismo, sospechosamente no pudo prever semejante locura armada.
    
La derecha acecha el poder el poder en los EEUU y esta sedienta de sangre, sangre de aquellos que la enfrenten en los EEUU y el resto del mundo. Más de una vez escribimos que los imperios no caen sin pelear, en su caída se llevan todo puesto, no hay daño colateral que los pare. John F. Kennedy entendió que era necesario cambiar algunas cosas, la derecha norteamericana vio que eso hacía peligrar sus negocios (no es necesario recordar que la industria más importante en los EEUU son las armas) y la bala de un “loco solitario” terminó con el camino alternativo.

Es por demás paradójica la muerte en el hecho de una niña que se llamaba Christina (Ver nota) Green, esta había nacido el 11 de septiembre de 2001 con la caída de las “torres símbolos” del poder capitalista. Christina nació con el “Pearl Harbor” del nuevo siglo que instaló el terror al ataque interno, que justificó el ataque militar a Irak (aunque este no tenía nada que ver con Osama bin Laden) y que permitió el sacrificio de las libertades individuales. El país de la “libertad” que retrocede día a día y se transforma en una oscura dictadura del capital de la muerte. Christina murió en otro absurdo de la historia norteamericana, uno de muchos otros que están por venir.

La muerte de la Senadora se está escribiendo, pero somos cada vez menos los que creemos a quien la está escribiendo. Mientras tanto en América latina otros “locos (no) sueltos” están preparando su embestida, no es casual que el discurso sea el mismo, que sus métodos (terroristas) sean similares, que sus víctimas sean los más débiles y que sus objetivos sean funcionales al poder imperial en decadencia.

Estemos atentos, la derecha está nerviosa y no mide efectos colaterales.

Jorge P. Colmán

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