sábado, 19 de febrero de 2011

Los planes del imperio y nuestras necesidades urgentes

El incidente con los EEUU revela lo que durante muchísimos años es una verdad a gritos, que los entrenamientos y cursos que realizan militares y policías en los EEUU (y sus “escuelas”), tienen objetivos propios de la agenda de defensa norteamericana y ajena a los países suramericanos.

Desde la derrota del ALCA en Mar del Plata, los EEUU perdieron una batalla que terminaría por cerrar un avance importante y definitorio del neoliberalismo.  El avance de los gobiernos populares en la región, sumado a las iniciativas de unidad suramericana (MERCOSUR, UNASUR, Comunidad Sudamericana de Naciones, ALBA) puso en retroceso los planes de dominación que, coronados por la crisis económica, hicieron centrar sus objetivos económicos/militares en Medio y Lejano Oriente.

Sin poder articular un discurso político hegemónico como en los ´90, busca desgastar los “populismos” a través de las corporaciones mediáticas, mientras rearma las nuevas derechas intentando generar conflictos de baja intensidad (pero de alto impacto), que permitan golpear a los gobiernos para obligarlos a negociar con los “poderes reales”.  La firmeza de los países de la región (UNASUR) ha permitido neutralizar, hasta el momento, dicha estrategia.

En sus áreas de influencia buscan fortalecer sus posiciones con más “Planes Colombia”, extendiéndolo a otros como Honduras (Ver nota) desde lo militar. Las nuevas “Escuelas de las Américas” son una vieja estrategia, pero efectiva en estos conflictos de baja intensidad, ya que las heridas y deudas sociales dejadas por el neoliberalismo, son un problema que demandan tiempo y un drenaje importante de recursos económicos. La puja por el reparto de la riqueza es cada vez más intensa en sociedades que crecen y el poder económico busca quedarse con los recursos generados por el conjunto aliándose a sus viejos amigos imperiales.

La violencia del narcotráfico sirve de experiencia para la militarización en el Norte de México. Allí las fuerzas policiales han sido “superadas” y la intervención norteamericana es prácticamente directa (esta dentro mismo del NAFTA). Un conflicto criminal de seguridad interna termina siendo un conflicto militar contra las “fuerzas del narcotráfico”. Es en este marco donde debemos situar la torpe maniobra de querer introducir material que podría utilizarse para desestabilizar la democracia y crear las condiciones para un posicionamiento de la derecha.

La nueva realidad regional hace necesario pensar en fuerzas militares con una nueva hipótesis de conflicto de cara a la defensa de la unidad suramericana. En esta nueva geopolítica debe pensarse en las posibles agresiones de los antiguos imperios, agregándose a nuevos avances de los nacientes (extranjerización de la tierra, etc.)  La agenda de seguridad debe ser respetuosa además de los DDHH, la triste experiencia de desapariciones, muertes y torturas debe servir de experiencia histórica para no buscar “enemigos” dentro de nuestras propias sociedades. Un avance en este sentido es la posición del gobierno nacional argentino de no reprimir las protestas sociales. El enemigo allí es la pobreza y la desigualdad social, que solo debe ser combatido con justicia social y reparto de la riqueza.

Defensa exterior y seguridad interna deben ser definidas en un nuevo marco, y la formación de sus cuadros debe estar acorde a la nueva realidad geopolítica regional (Recomiendo la lectura de la nota de Raúl Kollman PINCHE AQUÍ). Es hora de pensar en un ejército suramericano conjunto que tenga como objetivo la defensa de la democracia y la justicia social. El imperio norteamericano está herido, pero no muerto, subestimar su poder de destrucción sería fatal para todo proyecto regional, la derecha norteamericana se prepara para ser gobierno luego de Barack Obama y tiene renovados ánimos de retomar el control de su “patio trasero”.

JORGE P. COLMÁN

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