jueves, 11 de noviembre de 2010

LOS NIÑOS Y NIÑAS POLICÍAS. Norberto Alayón (*)

Norberto Alayón. Trabajador Social. Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires)

Recientemente, el cura Adrián Alberto Mari, de 35 años de edad y director de la Pastoral Juvenil , fue pasado a disponibilidad como capellán de la policía de la ciudad de Esquel, provincia de Chubut. La medida fue adoptada por el ministro de Gobierno de la provincia, en virtud de que Mari “no contaba con ningún aval de ningún organismo oficial para realizar adoctrinamiento policial de menores de edad”.

El sacerdote había iniciado una experiencia precisamente de adoctrinamiento policial, con un grupo de 45 niños y niñas, de entre 9 y 14 años. El experimento consistía en encuentros semanales en el Casino de Oficiales de la Policía de Esquel, donde los niños recibían entrenamiento practicando ejercicios de “cuerpo a tierra”, “carrera march”, “salto de rana” y desfile, instrucción ésta brindada por policías en actividad, además de practicar con chalecos antibalas. Los niños iniciaban estas clases saludando a la bandera y entonando la canción “Nuevo Sol”, cuya letra está basada en un discurso del Papa Juan Pablo II en ocasión de su visita a la Argentina en 1982, durante la época de la dictadura cívico-militar.

Entre las argumentaciones de defensa de su proyecto con los niños, el cura Mari destacó la importancia de que los chicos “saquen al policía que hay en su interior”, que se “revalorice la vocación policial”, y que “quiere que los niños saluden en la calle a los uniformados y les regalen un alfajor, por el servicio que prestan”. Curiosa y original afirmación esta última, que podría denotar candidez, cinismo o directamente extravío.

La difusión de la noticia actualizó el recuerdo de la lamentable vigencia de otras experiencias de Policía Infantil y de Gendarmería Infantil, que se vienen llevando a cabo en muchas provincias, en algunos casos desde hace 20 años.

En la provincia de Salta el primer cuerpo infantil de estas características fue creado en 1990 por el Comisario Principal Roberto Manuel Miranda y actualmente existen 75 brigadas en las que están involucrados 5.000 niños y niñas uniformados. Justificando la pertinencia de este entrenamiento militarizado, el Comisario General Pascual Algañaraz afirma que “los formamos como personas de bien, para que respeten los valores perdidos de la familia y los símbolos patrios. El capellán asiste en la parte espiritual y ayuda a los chicos que van a tomar sus comuniones”.

La relación entre las clásicas concepciones de familia tradicional, valores, patria, nacionalismo, catolicismo, constituye un soporte esencial para la vigencia de ideologías profundamente conservadoras. En nombre de “Dios, Patria y Hogar” se cometieron y se cometen acciones que atentan contra el funcionamiento democrático, plural, igualitario de la sociedad.

Sumamente clarificador resulta el contenido de la Resolución N º 546/90 que dio vida a la Policía Infantil en Salta: “Su misión es incorporar a la niñez como participante activa en la acción preventiva policial, persuadiéndola al rechazo y apartamiento de conductas antisociales y delictivas, creando un ambiente adecuado a fin de que el niño a medida que avance en edad y conocimiento vaya descubriendo los auténticos valores de la vida y comprendiendo la importancia de la función policial en el mantenimiento de la paz social”.

El entrenamiento militarizado de los chicos y chicas salteños, de entre 6 y 13 años, incluye también el aprendizaje de defensa personal, el uso de uniforme y gorra policial, los desfiles, la venia como saludo y la asistencia a misa. Vale recordar que la práctica religiosa en Salta, como en otras provincias del noroeste, está absolutamente arraigada y aceptada en las escuelas públicas, a las que concurren niños de todas las religiones o bien de ninguna, a pesar de lo cual deben rezar al comienzo y a la finalización de la jornada escolar diaria.

Distintos intendentes legitiman la existencia de estos cuerpos infantiles, solicitando su participación en actos, para que desfilen con sus uniformes, insignias y banderas. El comisario y también licenciado en Trabajo Social Marcelo Juan Lami menciona que “habíamos prohibido que desfilaran, pero a los padres les encanta, así que siguen desfilando”.

Tan extendido e institucionalizado está en Salta la existencia de los niños y niñas policías, que hasta tienen un día propio: el 13 de octubre se celebra el Día de los Cuerpos de Policía Infantil.

En la provincia de Misiones también se registra una importante y antigua presencia de este tipo de brigadas de Policía Infantil, contando con más de 20 Cuerpos en todo su territorio. En la ciudad de Eldorado se creó en 1990; en Oberá en 1994; en Posadas y en Campo Viera en 2001; en Leandro N. Alem en 2004. Algunos de estos Cuerpos ostentan lemas, como por ejemplo “Los guardianes del orden” que identifica a la Policía Infantil de San Ignacio.

Un activo impulsor de estas experiencias de entrenamiento policial en Misiones es el Comisario Mayor retirado Ricardo Esteban Zarza, de 49 años de edad, fundador de tres Policías Infantiles en la provincia y organizador del VI Encuentro Provincial de estas policías, a llevarse a cabo próximamente en la localidad de Candelaria.

Esta policía de niños en Misiones asume el lema de “Mita Jory”, que en guaraní significa “niños alegres” y posee un peculiar logo que grafica la silueta de un hombre agachado, con gorra, con un brazo extendido y al lado un niño parado, conjunto que visualmente podría asemejar a alguien apuntando con un rifle o fusil.

¿A qué obedecerá la proliferación de estos programas de involucramiento policial de los niños y niñas, existentes en más de una decena de las provincias argentinas, lo cual implica una suerte de militarización de nuestra infancia?

Indudablemente se tiende a fortalecer y reproducir en la sociedad -desde la propia infancia- un estilo de comportamiento cultural que privilegia una férrea disciplina militarizada, basada en el orden, las órdenes y la rigurosa obediencia.

Para ello se cuenta con la aceptación activa de algunos pocos y también con la aceptación pasiva de la mayoría de la población, que por diversas razones no llega a advertir los riesgos que estas prácticas contienen y dejan de levantar una voz siquiera de alerta y rechazo ante este avance, crecientemente extendido, que pretende imponer una concepción militarista de la vida y la familiarización con las armas, aunque no las porten ellos, desde la más temprana edad.

La excusa para impulsar e irradiar estas experiencias policiales procura centrarse en el eventual servicio que prestarían para la “contención de los niños marginalizados”. El lugar de los niños -pobres o no- está en la casa y en la escuela (que en virtud de la Ley 1420 del siglo XIX establece la educación obligatoria, laica y gratuita), y no en las brigadas o cuerpos policiales, bajo la estricta lógica de los entrenamientos y adoctrinamientos militares.

También en Misiones y en otras provincias argentinas existe la Gendarmería Infantil , antecesora de los proyectos policiales. En la Revista del Círculo de Gendarmería Nacional se incluye un ilustrativo reportaje sobre las características de la organización infantil, que es denominada -según el número de niños y niñas de entre 8 y 14 años que lo integran- como Secciones, Escuadras y Agrupaciones. Los niños son “aspirantes”, “patrulleros” o “baqueanos”, de acuerdo a la edad, y la finalidad es “orientar e inculcar a esos niños valores netamente argentinos”.

Un comentario revelador de la ideología que suele orientar a estas iniciativas, fue realizado por un Comandante retirado, en estos términos: “Recuerdo que en mis años mozos patrullando a caballo lugares muy aislados de la frontera, muchas veces me encontré con niños muy pobres y analfabetos cuyo futuro cierto era el cuatrerismo o el contrabando. Hoy gracias a la Gendarmería Infantil ya pueden aspirar a una vida digna y ser ciudadanos respetables”.

Como en tantas otras ocasiones, surge, con nitidez, la clásica y perversa asociación de pobreza con delincuencia. El estigma, la duda, el miedo, siempre recaen sobre los pobres y los humildes. Y, entonces, a los niños pobres habrá que encauzarlos, reeducarlos, readaptarlos, disciplinarlos, inculcarles “valores netamente argentinos” (por intermedio de la Gendarmería Infantil ), porque sino serán el peligro del mañana. Conviene recordar que los cuatreros importantes, los ladrones importantes, los contrabandistas importantes, pertenecen a otras clases sociales, y para estas clases sociales no existen los proyectos de Gendarmería Infantil o de Policía Infantil.  

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