miércoles, 29 de diciembre de 2010

Esas benditas palabras

Primero salimos del infierno, ahora estamos restituyendo derechos; la profundización del modelo es discutir que y como se lleva adelante la distribución de la riqueza.

Este es el escenario del 2011 en adelante y como toda nueva representación económica, y política, implica la aparición de nuevos temas y de actores sociales que expresan distintos intereses y, en algunos casos, claramente contrapuestos.

El tema de la tierra es uno de esos ejes sobre los que debe vertebrase un modelo de desarrollo nacional.

Desde la setentista discusión sobre el “impuesto a la renta presunta” y los históricos reclamos de reforma agraria, a esta realidad de barreras sojeras, de desmontes, de continuar  apropiándose de tierras de los pueblos originarios, de la ocupación de espacios públicos o privados en capital y conurbano bonaerense, hasta la lucha de los campesinos santiagueños, por nombrar algunos ejemplos; muestran que cuando salimos de la inmediatez del hambre, y podemos empezar a pensar una nación a largo plazo, el tema de la tierra reaparece y se instala definitivamente en nuestra sociedad.

Sin el proceso iniciado en el año 2003, este debate, hoy, no sería posible.

Es necesario entonces reconocer, no sólo, a los sujetos sociales eternamente olvidados, sino  aceptar también que emergen aquellos grupos, sectores de clase y organizaciones  que van a tratar de sostener el status quo, la realidad tal cual está hoy.

Además, parece prudente resaltar que cuando se habla de patotas sindicales, de punteros, de terratenientes, de gobernadores, intendentes o legisladores, de policías represores, no estamos haciendo referencia a cuestiones puntuales diseminadas por la realidad argentina, sino a un entramado que responde a una misma concepción ideológica y metodológica, mas allá de que, alguna o muchas acciones, que se produzcan, no tengan conexión entre sí.

Es el país de la dictadura y el neoliberalismo el que subyace y reaparece cuando la sociedad argentina vuelve a poner en el centro de la escena algunos temas que significan discutir su matriz productiva.

También es oportuno recordar las presiones y las acciones que se vivieron o viven,  cuando se intentó o se cruzó esa delgada línea que delimita la restitución de derechos a la discusión de la distribución de la riqueza: retenciones a la soja, la embestida contra los monopolios en la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los proyectos de ley de servicios financieros y distribución de ganancias por parte de las empresas, las Afjp, entre otras iniciativas o concreciones que ponen al descubierto cual es el verdadero debate que se viene.

Ahora están los muertos. En realidad si se extiende la mirada a lo largo de la historia nacional se verá que la derecha nunca (que pudo) resignó o disputó intereses pacíficamente, respetando la voluntad popular. La violencia es un elemento constitutivo de su forma de hacer política. Y seguirá matando cada vez que considere necesario preservar sus conquistas y derechos adquiridos.

Pues de lo que aquí se trata, más allá de que se lo quiera disfrazar, ocultar o simplemente tergiversar con operaciones de prensa y medios masivos de comunicación funcionales a la misma, es que en el centro del debate vuelve a estar nuevamente la propiedad privada y estatal (aún reconociendo las diferencias profundas entre ellas), como elemento aglutinador, tanto de un lado como del otro.

Por lo tanto es oportuno reflexionar que implica todo lo que está en juego, lo conseguido, el rol del estado, la organización y la participación social, las correlaciones de fuerza, los sectores en pugna dentro y fuera del gobierno; los actores históricos y emergentes, no sólo para este tema sino para muchos otros que deberían constituir la agenda de aquí en más, y en particular,  para ese imaginario colectivo que habla, cree y está decidido a “profundizar el modelo”; teniendo en claro que para los de la vereda de enfrente, cada vez que se quiere comenzar  a discutir de estas cuestiones, ya “nos empezamos a parecer a Cuba”.

Por ello es que, detrás de esas benditas palabras, se puede escribir el futuro del país de una u otra manera.


 CARLOS BORGNA

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